martes, 5 de febrero de 2008

LA LITERATURA Y EL NIÑO EN EDAD ESCOLAR



La Literatura y el niño en edad escolar*


A menudo, como docente de nivel terciario, indago sobre cuánto y qué leen mis alumnos, y siempre –salvo casos excepcionales- las respuestas me llevan a la misma conclusión: la lectura no es un gen que se hereda, es un hábito que se adquiere (o se pierde) en algún momento de la vida. Como todo hábito, el de la lectura se aprende, se aprende de otros; por imitación, por decisión, o por instinto (en este caso, instinto investigativo). Los niños que ven leer a sus padres, a sus hermanos, parientes u otras personas significativas en su vida, se interesan por los libros (o los textos en general) y tienen la necesidad –porque la curiosidad es intrínseca en la niñez- de saber qué dice ese escrito, qué encierra, o qué puede descubrir y tal vez sus mayores le estén ocultando. Una anécdota, que me tuvo como protagonista mientras ejercía como docente de Nivel Inicial, lo ejemplifica: uno de mis alumnos trajo de su casa una revista de dibujos animados, algo así como la de Condorito; contó que era de su tío, y quería, atraído por sugestivos dibujitos, que se la leyese, a él y a sus compañeros. Muy pronto comprendí el verdadero motivo de su interés. Por su contenido erótico le estaba vedada en su casa. La había tomado sin permiso. Como imaginarán tuve que improvisar un texto que, acorde con su edad, satisficiera las inquietudes del niño y las que había creado en su grupo de pares.
El niño de corta edad juega a leer cuando aún no ha aprendido a hacerlo, inventa el texto y hace “como si” leyera. Cuando comienza a incorporar las letras y empieza a combinarlas nos “atormenta” leyéndonos todo cuanto puede deletrear. Pero, después... poco después, si esa actividad no le provoca interés o la realiza sólo por obligación, la desecha.
Es por eso que a los adultos nos cabe una enorme responsabilidad... pero también es cierto que, a la hora de elegir qué leerles o qué ofrecerles para leer a nuestros niños, tenemos innumerables posibilidades. Desde los cuentos clásicos y/o tradicionales hasta los más vanguardistas, rimas, poemas, leyendas y fábulas. Éstas últimas tan vigentes hoy en una sociedad que ha sufrido importantes quiebres axiológicos, como en sus orígenes, antes de la Edad Media.
A modo de repaso citemos sólo algunos de aquellos cuentos que han sido repetidos de generación en generación, desconociendo tan siquiera por quiénes fueron escritos, como El Flautista de Hamelin, Alí Baba y los cuarenta ladrones, La lámpara de Aladino... O aquellos que Perrault escribiera trescientos años atrás y contribuyeran, tal como siguen haciéndolo hoy, a desarrollar la imaginación de muchísimos niños: La bella durmiente del bosque, Caperucita Roja, El gato con botas, Cenicienta, Pulgarcito... En esta lista no podríamos dejar de mencionar a Blancanieves, Hansel y Gretel, Juan Sin Miedo... historias que fueran recreados por los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, relatando con la belleza y la magia que encierra el cuento, historias de campesinos que ellos mismos escucharon de sus mayores.
Igualmente fascinantes fueron y son los cuentos de Andersen, que con un lenguaje cotidiano y la más tierna expresión de los sentimientos, escribió El patito feo, El soldadito de plomo, El sastrecillo valiente, La sirenita...
Sería ingrato de mi parte limitarme a estos autores, tan reconocidos como vigentes y no nombrar a quienes, contemporáneos, dedicaron (y dedican) su vida en pro de una niñez más feliz, deleitando la vida de niños, pero también de adultos, como María Elena Walsh y sus infinitos cuentos, versos, canciones y partituras, Javier Villafañe y su “Gallo Pinto” entre tantos...; “El niño envuelto” y “Socorro” sólo como una muestra del enorme talento de Elsa Bornemann; la magia, el terror y los cuentos de fantasma de la mano de la eximia escritora Ana María Shua, la estética de Silvia Schujer, el atractivo estilo de Laura Devetach, la prolifera creación de Graciela Cabal y su interés de contribuir al cuidado del Planeta, Ricardo Mariño... y la irremplazable Graciela Montes.
No privemos a nuestros niños del indescriptible placer de la literatura. El chico que ha aprendido a disfrutar de ella apreciará el valor de la palabra escrita, tendrá la posibilidad de desplegar sus alas y volar junto a la imaginación del autor de su objeto de deleite, desarrollando así su propia imaginación. Cada obra le proporcionará un universo de nuevas imágenes, enriquecerá su vocabulario, contribuirá a formarlo social y culturalmente, a reafirmar sus valores, a confrontar su propio sentir con el de los personajes y a -lo que a mi modo de ver es mucho más importante aún- desarrollar su sensibilidad al enfrentarlo con las emociones de los protagonistas de sus cuentos.
No olvidemos que cada vez que haya un hombre o una mujer que disfrute creando literatura para niños, estaremos frente a alguien que se ha tomado muy en serio la infancia y que, especialmente, no ha olvidado la suya. Como dijera Stevenson: nunca dejaron de jugar como juegan los niños, es decir, seriamente.

*Olga Starzak
Enero de 2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué importante aspecto de la literatura has tratado, Olga. La etapa en que nuestra imaginación remonta vuelo hacia destinos inimaginables. Los niños que hacen “como si” leyeran son los futuros grandes escritores.