sábado, 29 de diciembre de 2007

BUTCH CASSIDY, SUNDANCE KID Y ETTA PLACE

ENTRE LA LEYENDA, LA HISTORIA Y LA FICCIÓN
Por Carlos Dante Ferrari*


La vida humana registra muchos hechos y protagonistas que por su dimensión histórica, desbordan los moldes habituales y dejan improntas que ingresan en el territorio de las tradiciones y el anecdotario popular.

Si bien existen diferencias conceptuales entre lo épico, lo mítico y lo legendario, estos tres planos suelen conectarse entre sí y a veces hasta se confunden, porque están referidos a sucesos asombrosos.

Lo épico, que proviene de “epopeya”, normalmente es un conjunto de hechos heroicos, grandiosos, de gran trascendencia para la historia de un pueblo o comunidad, y la transmisión oral y/oescrita a través de generaciones, en el afán de ensalzarlos o exagerarlos, les agrega ciertos ingredientes sobrenaturales, lo que entonces da lugar al nacimiento de los mitos. Es el caso típico de la “Ilíada” la “Odisea”, o la gesta del Cid Campeador.

Una “leyenda” es también una narración de sucesos fabulosos que se transmiten por tradición, a lo largo del tiempo, como si fuesen históricos, aunque a diferencia de la “epopeya”, la leyenda puede referirse también a personajes individuales, no siempre heroicos ni dignos de culto comunitario. Y como se asienta sobre hechos reales, a los que se les han ido agregando ingredientes imaginarios y fantasiosos, cuanto más tiempo pasa, más se afianza en el pueblo la convicción de que esa leyenda es totalmente verdadera. En ese sentido, podría decirse que la leyenda es “un mito con vocación de verdad.”

A esta altura es importante recalcar que no necesariamente deben referirse a personajes o acciones nobles o moralmente dignas de elogio. Las leyendas dan cabida a hechos asombrosos que, por ser extraordinarios, muchas veces trascienden el plano puramente moral, y esto explica, por ejemplo, cómo es que muchos de esos personajes gozan de simpatía y popularidad a pesar de haber actuado al margen de las normas legales o morales. Un caso arquetípico sería el de Robin Hood, que a pesar de convertirse en bandido y cometer unas cuantas tropelías, ha sido tradicionalmente amado y aplaudido porque, como todos recordamos, se decía que “robaba a los ricos para entregar su botín a los pobres”.
Y con esto nos acercamos a lo que aquí nos interesa. Hablamos de los “bandoleros americanos” y sabemos que esto incluye a distintos personajes, que a su vez han trascendido al plano histórico de distintas maneras. No todos ellos fueron admirados o queridos.
En el caso concreto de Butch Cassidy, Sundance Kid y Etta Place, se presentan varios de estos ingredientes. Lo épico está dado por sus increíbles periplos, que los muestran actuando en distintos escenarios de Norteamérica y América del Sur, en tiempos en que cubrir esas distancias constituía una gran dificultad. Luego esto se conecta con lo legendario, porque a partir de esas andanzas, la imaginación popular comenzó a atribuirles hechos, acciones y características personales que rebasan la realidad e ingresan en el plano de las leyendas. Y también sus historias llegan a veces a rozar lo mítico, en la medida en que se tejen versiones muy disímiles acerca de sus destinos finales, las verdaderas circunstancias de sus muertes, y demás aspectos que todos ustedes muy bien conocen.
Y aquí donde entramos en contacto con el territorio de la ficción. Todos sabemos que la ficción histórica nace como una necesidad de completar las lagunas de la crónica y la investigación científica. El historiador realiza una tarea seria, metódica, rigurosa, consulta fuentes fidedignas, recoge testimonios, colecta pruebas, y con todo ese material procura reconstruir los hechos con el mayor grado de objetividad y fidelidad. Pero como es absolutamente imposible tener un registro completo de todos los hechos de la vida de un ser humano, ciertos personajes con estatura legendaria dejan una estela de interrogantes, zonas de su existencia que despiertan nuestra curiosidad y que excitan nuestra imaginación.
Allí es donde comienza el terreno fértil para que la ficción elabore sus tramas. Por eso es tan importante que siempre queden muy en claro uno y otro ámbito, el histórico y el ficcional: que el destinatario del relato sepa cuándo se le cuenta un episodio desde el rigor científico o, por el contrario, desde la libertad imaginativa que concede la ficción. Si eso queda bien en claro, ambas tareas son tan valiosas como necesarias, porque satisfacen reclamos legítimos de la gente, tanto desde la ciencia como desde el arte.

Cuando investigamos cómo ha recogido la narrativa esta historia de Butch y su pandilla, a veces nos llevamos algunas sorpresas. Por ejemplo, yo ignoraba hasta hace muy poco que un gran escritor argentino, Osvaldo Soriano, fallecido en 1997, en una obra titulada Cuentos de los años felices (Sudamericana, 1993) donde escribe sobre personajes o sucesos memorables, incluye entre ellas una desopilante historia del ignoto Mundial de 1942, jugado en la Patagonia y ganado por los indios mapuches en una final contra Alemania que duró dos días; un partido arbitrado a punta de pistola por William Brett Cassidy. ¿Y quién era este personaje? Pues ni más ni menos que un hijo que Butch Cassidy habría dejado por estos lares en sus andanzas patagónicas. Y en ese hijo aparecen varios ingredientes del hipotético padre legendario: la apariencia de actuar dentro de la ley (como referee de un partido de fútbol), sus repentinos desvíos y arbitrariedades y a la vez, la bravura que lo convertía en un ser temible, capaz de esgrimir un arma para llevar adelante su cometido.

Y la ficción no deja de seguir teniéndolos en mira para nuevas producciones. Hay noticias acerca de un proyecto para filmar la vida de Butch y Sundance aquí en la Argentina, que se titularía “Forajidos en la Patagonia” con guión de Juan Cruz Varela y la dirección de Damián Leibovich, y la posible actuación de Pablo Rago, Gastón Pauls y Mónica Antonópulos. El proyecto ha sido declarado de interés turístico por el gobierno provincial, y tengo entendido que el largometraje todavía está en etapa de pre-producción (Kiwi Producciones), con miras a iniciar la filmación a fines de este año o comienzos de 2008.

También en el extranjero nuestros simpáticos bandoleros han sido frecuente motivo de inspiración para el cine, el teatro y la literatura.
Además de la muy conocida película protagonizada en 1969 por Paul Newman y Robert Redford, con los consabidos errores y licencias del guión, encontramos varias obras dedicadas a estos personajes. Por ejemplo, Suzanne Lyon (norteamericana) escribió la novela “Bandit invincible: Butch Cassidy” (“Butch Cassidy, el bandido invencible”). Esta autora elige tomar al personaje desde la juventud, en su granja paterna, describiéndolo como un joven dotado de grandes cualidades, especialmente como entrenador de caballos, y que luego abandona su hogar en un clima de sospechas para abordar distintas tareas e identidades hasta llegar a convertirse en el líder de la Wild Bunch. Lo pinta como un hombre carismático, encantador, que a veces sabe resolver situaciones dramáticas con un toque de humor y que sabe ganarse amigos muy fieles. Sin embargo, lo identifica con el nombre real de William T. Phillips, una teoría que, según tengo entendido, ya ha sido completamente descartada por los historiadores especializados en el tema.





Otra faceta que se ha tenido en cuenta dentro del carácter épico de Butch y Sundance es esa relación de amistad emblemática, afianzada por las aventuras y peligros que les ha tocado compartir. Sobre esta base, en 2005 se filmó en Irlanda la historia de dos muchachos cuya amistad los lleva a afrontar increíbles riesgos. La película, titulada en español Mi socio Mickybo y yo está basada en la popular obra teatral de Owen McCafferty, Mojo Mickybo. La comedia está ambientada en 1970, en un Belfast dividido, y cuenta la vida de dos muchachitos obsesionados con Butch Cassidy y Sundance Kid, cuya admiración por los célebres bandidos les conduce a cometer pequeñas fechorías. Ambos juegan a ser héroes y, contra todo pronóstico, reúnen el valor necesario para intentar una audaz huida a Australia.

Para redondear la idea, creo que los factores que han elevado a Butch, Sundance y Etta al terreno de lo legendario son, en síntesis, las asombrosas circunstancias que les tocó atravesar en su paso por este mundo:
1) recorrer enormes distancias y realizar acciones en diversos escenarios;
2) tener personalidades fascinantes y atractivas;
3) mostrarse habitualmente ante la gente como personas respetables y honestas;
4) aparecer y desaparecer de los escenarios de sus delitos con notable facilidad;
5) ser buscados a nivel internacional en forma infructuosa durante mucho tiempo;
6) y por último, lo más importante: haber dejado una estela de misterio acerca varios aspectos de sus vidas, y el más importante de todos, su verdadero destino final.

Pienso que la combinación de estos ingredientes contribuyó sin duda a convertirlos en personajes legendarios, a atribuirles hazañas o delitos muchas veces improbables, y a mantener vivo el interés por sus historias, a punto tal que hoy, a más de un siglo de sus andanzas, perviven sus memorias y todavía consiguen reunir a grupos de investigadores, estudiosos y escritores –como ocurre con este Cuarto Simposio– para debatir e intercambiar información en torno a sus figuras tan intrigantes como atractivas.


*Escritor chubutense
Ponencia presentada en el IV Simposio sobre los Bandoleros Norteamericanos realizado en Cholila (Chubut) Noviembre de 2007.

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